En contextos de escasez hídrica como los que atraviesan muchas regiones productivas, especialmente en zonas como Cuyo, el invierno no siempre trae las lluvias necesarias para reponer la humedad del perfil. En esos casos, el riego estratégico de invierno se convierte en una herramienta clave de manejo. No se trata de regar como en verano, sino de mantener la humedad mínima necesaria. Una o dos aplicaciones mensuales de bajo volumen pueden marcar la diferencia.
Si el suelo se seca, sobre todo en inviernos secos o con heladas frecuentes, las raíces sufren estrés. Este estrés puede pasar desapercibido en el momento, pero puede traer consecuencias cuando llega la primavera y comienza el nuevo ciclo, tales como: menor vigor, brotaciones desparejas, retraso en el desarrollo e incluso reducción del rendimiento y calidad.
Regar en invierno no es “gastar agua”, es invertir en salud vegetal. Es asegurar que el sistema radicular esté hidratado, que los microorganismos del suelo sigan activos y que la planta arranque la campaña con reservas suficientes.
La humedad también mejora la absorción de nutrientes de lenta liberación presentes en el suelo y evita la compactación, favoreciendo una estructura porosa que ayuda al desarrollo radicular cuando vuelva el calor.

¿Qué pasa con los cultivos perennes?
Durante el invierno, los cultivos perennes como la vid, los frutales o el olivo entran en latencia. A simple vista todo parece quietud, pero bajo tierra las raíces mantienen su actividad fisiológica: siguen respirando, absorbiendo humedad y preparandose para la brotación que vendrá. Y el agua, aunque invisible a veces, sigue siendo esencial.
Cuando falta el agua, incluso en invierno, las raíces pueden estresarse. Este estrés muchas veces pasa desapercibido hasta que se manifiesta en primavera: brotaciones débiles, crecimiento lento, menor cuaje y frutos de baja calidad.
Regar en invierno no es un gasto innecesario. Es una inversión en salud vegetal y equilibrio biológico. Asegura un suelo activo, raíces hidratadas y una brotación más pareja. La humedad también activa los procesos de mineralización, mejora la disponibilidad de nutrientes y sostiene la vida microbiana del suelo.

Cuidar en invierno es adelantarse a la primavera
Desde Simbios acompañamos al productor que mira más allá de la estación. Que entiende que el equilibrio del suelo no se apaga en invierno, que la microbiología no hiberna si hay agua y que una buena brotación empieza mucho antes de que abran las yemas.
Y es ahí donde entra el valor agregado de las soluciones que ofrecemos como:
- BloCompost: abono orgánico enriquecido con microorganismos benéficos, ideal para aplicar en otoño e invierno. Su uso junto con riego invernal permite una mejor descomposición y liberación de nutrientes durante el receso vegetativo, nutriendo al suelo y preparando la planta desde la base.
- Trichovidas: estos hongos benéficos no entran en dormancia, siguen trabajando si hay humedad. Aplicarlos con el riego invernal ayuda a proteger las raíces de enfermedades, estimula el desarrollo radicular y mantiene viva la microbiología del suelo. Una raíz sana y activa en invierno es una planta fuerte en primavera.
- Nanopartículas: acondicionadoras de suelo: zonas con perfiles compactados, suelos pobres, o salinizados mejoran la infiltración y retención hídrica. Aplicarlos en invierno permite que el agua disponible llegue más profundamente y no se pierda por escurrimiento o evaporación.
